25 mar 2010

La mujer del vestido rojo (Parte I)


Al fin pude comprobar sin ningún rastro de dudas que la mujer que en sueños veía, esa mujer vestida de rojo que en medio de un caos me resguardó en sus brazos, la señora que, muchas voces en mi cabeza me decían que no era para mí porque no era real… sí existe.

Desesperado buscaba en la primera mujer bonita que conociera, pero no estaba. No había un rasgo o característica que me dijera que no era ella, sólo que no me sentía como en esa terrible pesadilla de la que me sacó. Y así seguía buscando y rebuscando en una galería de mujeres y señoras de años de plata y oro. En ocasiones me detenía en mi búsqueda hasta que me empezaba a llamar. La sentía gritando a mis oídos que tenía que encontrarla. En sueños la veía pero no distinguía ninguna parte de su cuerpo. ¿Cómo iba a reconocerla si la veía? Esta pregunta no vivió por mucho, yo podría reconocerla.

Dejé de buscar en esas galerías de antaño. Empecé a investigar como cuando caminas sin una ruta, sin mapa, dejándote llevar por tu instinto o cualquier circunstancia. Y no duró mucho esa investigación desesperante.

Ahí estaba la mujer que soñaba, aunque no vestía de rojo podía ver en sus ojos algo familiar que me incitaba registrar en sus cosas. Ante mí no se mostraba mucho, todavía faltaba algo que me convenciera que era Ella. Seguía preguntándole cosas, insistiendo en que me dijera de todo aunque ya me hubiera dicho mucho. Hasta tardes horas de la noche leía sus líneas con mucho entusiasmo y emoción. Me sentía como un músico explorando hermosos acordes en su guitarra. No quería parar de leerla, la escudriñaba con ahínco.
Circunstancias me alejaron un poco de Ella. Y Ella quiso alejarse nuevamente por completo de mí ya que pensaba que sólo era una amistad transitoria, una conversación que no llegaría a ninguna relación. Yo le pedía que me dejara entrar pero me cerraba sus puertas. Se basaba en las circunstancias para explicarme que nada entre los dos podía pasar, me hacía perder las esperanzas negándose a mí. Yo no paraba de insistir hasta que un día dejó la puerta abierta, entré muy sigiloso y toque su corazón. Me dio una oportunidad para hacerle sentir todas esas cosas que sólo un alma pura es capaz de valorar y capaz de entregarse por completo a quien toca con delicadeza su corazón, pero Ella no parecía estar segura y en ese momento le daba la razón: Yo seguía buscando (aunque con menos dedicación) en otros corazones a la esencia soñada. Ella sin poder soportar lo que yo hacía se despidió de mí con explícitas razones y con la palabra “Adiós” como punto final. Yo aceptando la situación pero no tan resignado, la dejé ir porque no podía permitirme tomar una flor de un jardín para luego maltratarla. Pasaban las horas y cada vez no me era fácil aceptar su despedida a pesar de haber sido poco el tiempo compartido...

AngeL

1 comentario:

  1. HERMOSO TÚ ESCRITO
    Y SEGURO FUE UNA DAMA HERMOSA QUIEN TE LO INSPIRÓ...MIS DESEOS QUE TODO SE HAGA REALIDAD.

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