30 sept 2010

Lo que ellos no vieron


Un amor llamado pecado coloreó mi vida y ojos ciegos a mi verdad entorpecieron mi realidad.

Curé un alma que caminaba sin rumbo, que por misterios de la vida, mi alma perdida encontró.

Llené un vacío con la tenue luz de mi presencia.

Hice que un atardecer se transformara en el más bello amanecer.

Inundé el rostro de un corazón con sonrisas de felicidad.

Coloreé mi vida con los creyones que me regaló una enorme felicidad. Pintando así, cada rincón de mis adentros.

Tan sencillo de explicar, así fue…

Si eres tú quien calma mis ansias y mi Soledad por qué prefieren verme llorar…

Sólo porque el misterio del tiempo enlazó dos épocas nos condenan por pecadores. Nos apedrean y… ¿dónde está el Mesías de ahora que baje los brazos de esos que atentaron con nuestra unión?

¿Dónde habita la palabra libertad que nos aleja de ser personas mediocres?

La gente habla sin parar mientras el mundo se destruye a sus pies. Creyendo que hacen bien en predicar lo que para ellos es bueno.

Ahora fue preciso entregarme a los brazos de la Soledad donde – no entiendo por qué – la gente no hace daño. Mi fría y oscura amiga no se cansa de estrecharme. Mi ángel, como al fin nombré, siempre está ahí, aguardándome.

¿Y ella dónde estará?

Perdido en el valle de sus recuerdos, me encontrará a mí.

La voluntad de quienes me rodean ha golpeado sin piedad. ¿Es su felicidad o la mía?

Cumplidos sus deseos, celebren de alegría. Porque este pecador fue alejado de quien (según ellos) hacía mal.

No puedo negar que no soy sabio. Y a su edad ustedes tampoco lo serán.

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