Me llevaste a mi hogar, a la “Casa en la montaña” de la cual siempre te canté.
Allá tocando las nubes, juntos, saboreando el viento virgen…
Ahí te hice mía mil veces, como quise como te dejaste…
¿Qué más te puedo pedir?
Si me diste, con tu entrega, el más grande de los regalos…
Con tu cuerpo tatuaste el mío.
Con tus besos quemaste toda desgracia de frío en mi boca.
Con tus caricias rasgaste las huellas que dejó la Soledad.
Llenaste mi cuerpo hasta el tope de pasión…
Mis manos se adueñaron de tus caderas mientras tu mirada y la mía se encontraron en perfecta armonía.
Mis ojos se robaron tus lágrimas, mis manos el resto de ellas…
Tu cabello lo metí en los enredos de mis dedos y ahí jugaron hasta desenredarse…
¿Qué más te puedo pedir?
Me demostraste lo que sospechaba: no existe tiempo ni espacio. El escenario es nuestra imaginación. Y somos dueños de nuestra magia… de la que sí poseemos control.
El sueño de mi mirada, que va más allá del horizonte, renació, murió o dejó de llamarse sueño… Se rompió la coraza “imposible” y es nuestro, sólo nuestro…
Desde allá arriba me invitaste a ver al mundo del que nos escondemos, tan ignorantes de este amor…
Le diste nombre a mi felicidad, nombre que llevas en tus aires…
Sólo tú puedes destrozar con delicadeza la sensación de que soy completamente feliz, haciéndome cada día más feliz…
Jamás sentí tanta paz como el desorden que le provocas a mi alma…
¿Qué más te puedo pedir?
Tu Azul luz asesinó toda la triste y despiadaa oscuridad por la que era perseguido, como fugitivo de su demonio…
El Azul de tu magia resultó ser “mi única salida”, mi Cielo…